El éxito es sobrevivir... y seguir escribiendo
Con Alicia Pérez Gil autora de Alicia Pérez Gil: elijo escribir - 017
Hola 👋🏼, si eres nuevo por aquí te cuento que Vida Creativa es un newsletter dedicado a dar voz a escritores de ficción. Aquí encontrarás cómo fue su primer acercamiento a este tipo de literatura, cómo navegan sus retos, qué autores (y libros) les han marcado la vida y, cuáles han sido sus recientes proyectos. Con el fin de acompañarnos y arrojarnos luz unos a otros conocerás escritores que están en todo tipo de etapa dentro de sus proyectos creativos. Ahora sí, ¡Quedas invitado a sumarte a la aventura!
La invitada de hoy es…
Alicia Pérez Gil es licenciada en Derecho y autora de terror y fantasía oscura. Ha publicado Ojos verdes e Inquilinos con Cazador de Ratas (2019), Simón dice (2020), Barro (Literup Ediciones, 2020), La sombra de Cristo (Literup Ediciones, 2024) y Las balsas de Noa (Marli Brosgen, 2021) así como múltiples relatos en diversas revistas online y antologías, entre ellas Vínculos oscuros (Literup Ediciones, 2020). También autopublica libros para escritoras, como Escribir desde los cimientos (2019) y Rutina de entrenamiento para escritoras en ciernes (2020). Es fundadora de La Escribeteca, donde enseña escritura creativa y ofrece un espacio seguro a escritoras noveles. Muchas lo llaman gimnasio de escritura.
Novela: La Sombra de Cristo
Género: Fantasía oscura, Dark Romance
Gracias a haberla comprometido con un vecino acaudalado, su familia podrá peregrinar por primera vez a Jerusalén. Por fin, la vida de esa joven en la sombra vale para algo… hasta que una súbita tragedia hace añicos la ilusión de un futuro prometedor y la obliga a huir al desierto con la única compañía de su hermano, Jesús.
Allí, esclavos del hambre y la desesperación, suplicarán a Dios que los ampare. Su respuesta los guiará por una tierra donde los asesinos comparten el pan, los demonios susurran entre el polvo y los mesías se ungen con la sangre de los corazones rotos por el camino.
La sombra de Cristo es una novela de fantasía oscura que revisa el mandato divino. ¿Y si Dios se hubiera equivocado desde el principio? ¿Y si los hombres se equivocaron también al creerle?
El éxito es sobrevivir... y seguir escribiendo
La sexta mudanza en seis años, en serio. Seis cambios de domicilio en seis años. Se dice pronto, pero lleva su tiempo hacerlo, la verdad. Mira, como escribir una novela. Y cuando crees que ya has vaciado todas las cajas, cuando ya has colocado todos los libros en los estantes y las infusiones en la alacena, ¡zas! Aparecen los compromisos digitales.
No me malinterpretes, estoy encantada de examinar estas preguntas tan bien embaladas, llenarlas con las respuestas correspondientes y colocarlas en la bandeja de entrada que corresponde. Además, sé que Paloma las va a tratar con cariño, pero, ¡seis mudanzas y no he aprendido que siempre hay una caja dentro de otra caja y de otra y de otra!
Por ejemplo, mira esta pregunta, la primera de la lista: que si me formé en escritura cuando comenzaba… ¡Ay! ¿Cómo contesto yo a eso sin pedir un baúl extra para meter no solo mis formaciones iniciales sino las que sigo haciendo? Ayer mismo desempaqueté todos mis libros de escritura. Y no me refiero a los que he escrito yo, que también tengo de esos, sino a los veinte o treinta títulos que he leído en físico (los digitales ni los cuento). No es que me formara entonces, es que cada vez que leo un libro obtengo un aprendizaje.
Y tampoco es que aterrizara una nueva versión de Alicia que, de repente, era escritora. Yo he sido escritora desde siempre. De mi diario desde los doce años, en público desde los veinte y profesional desde los treinta y ocho. La escritura no me llamó, creo que vino conmigo. Eso sí, estrangulada, también como yo. Porque a mi madre se la dejaron olvidada en un pasillo del hospital y yo nací cianótica, azulita como los muertos. A lo mejor por eso escribo cosas oscuras y a lo mejor por eso me he mudado a un sitio que parece un bosque encantado.
Lo que me lleva a la segunda pregunta de la caja. Esta me va a ocupar menos espacio que la primera porque, bueno, tampoco elegí escribir ficción. Me di cuenta de que la honestidad me impedía anotar en mi diario cosas que no eran ciertas por mucho que yo lo deseara. A lo mejor me mudo tanto porque nunca estoy contenta y a lo mejor eso ha sido así desde pequeña. A ver, casi me muero en un pasillo antes de llorar siquiera. Estaremos de acuerdo en que para echar cohetes no es. La cuestión es que las vidas de Alicia que me inventaba eran mucho más interesantes y satisfactorias que la real, así que empecé a escribirlas. Por lo tanto, aunque dicen que las autoras de ficción vivimos de contar mentiras, yo escribo ficción porque escogí ser honesta.
Y dame un momentito que revise la estantería, porque ya te he dicho hace un momento que lo he recolocado todo ayer y no tengo muy claro dónde está el libro por el que me preguntas, el que… ¿A quién quiero engañar? Lo tengo clarísimo. Hay tres autores que me han marcado: Marguerite Duras, que eligió ser deshonesta y trabajaba una autoficción prodigiosa. El amante de la china del norte, Yann Andrea Steiner y La lluvia de verano son libros que nunca se me pierden en las mudanzas. Henry Miller me ayudó a darme permiso para enfadarme, alegrarme y ser tan excesiva como quisiera, pero curiosamente su título más relevante en mi vida no lo he leído. He comprado Trópico de capricornio como mil veces y siempre lo he regalado antes de leerlo. Es una novela, también autoficción, que me conecta con personas. Pero la ficción más devastadora que ha pasado por mi cerebro es Nunca me abandones, de Ishiguro. Lo leí a principio de este año y todavía no he salido de sus páginas. Si salgo, seguro que me vuelvo azul otra vez. Es un libro sobre la muerte, por cierto. O sea, sobre la vida. Porque ambas son la misma cosa. Todo lo que he empezado después me ha sabido a cenizas.
Lo que me recuerda que tengo que limpiar la chimenea, espera un segundo que esta penúltima casa a la que me he mudado tiene chimenea y estoy aprendiendo a encender fuego y a deshollinar. Supongo que mi proceso creativo, ya que me preguntas, es un poco así. Tengo una idea y me lanzo sobre ella como las llamas sobre una pastilla de encendido. Que dirás que vaya símil más feo, podría haber puesto ramas, o troncos o algo natural, yo qué sé, ¿hojarasca? Pero es que… es que escribir es parte de mi vida y mi vida, como la de la mayoría de mujeres, es muy complicada, ¿sabes? Entiendo que busquemos maneras de romantizar la creación literaria, pero yo prefiero politizarla. Así que mi proceso creativo es, sobre todo, voraz y político: cada vez que me siento a escribir le digo al patriarcado que me da igual que me prefiera cuidando a mis semejantes, que yo me cuido a mí misma escribiendo.
Y esto justamente es lo que ha mejorado mi vida como escritora: saber que por el mero hecho de sentarme a escribir, que no es ni más ni menos que reclamar mi tiempo y mi espacio, me merezco todo el respeto y, a ser posible, que alguien le ponga mi nombre a una rotonda.
Ser mujer es difícil y ser escritora es doblemente difícil, así que ahora valoro mucho más el esfuerzo que supone hacerlo y lo celebro mucho. Como celebrar nos hace felices, soy más feliz. Y como no puedo separar ser escritora de ser persona, pues soy una escritora más feliz.
Es verdad que esto suena más bonito de lo que es, porque los siglos de opresión pesan y a veces siento que cuando escribo le robo tiempo a cosas más importantes. Cuando eso pasa, tiendo a pensar que lo que escribo no es bueno, o interesante, o que alguien ya lo ha dicho todo mejor que yo mucho antes que yo. En esos casos dejo de escribir.
Que a lo mejor te parece una blasfemia, pero es que yo no puedo escribir cuando me siento mal, así que dejo de escribir y me cuido para recuperarme y retomar mi actividad. Porque el bloqueo nunca es la enfermedad, sino el síntoma.
Muy relacionado con esto está lo de los peores consejos de escritura. En realidad no creo que haya malos consejos de escritura, lo que sí creo es que se ha oficializado un único modelo de escritora y se ofrece a todo el mundo el mismo método sin pensar en que, mira, no: todas no somos iguales.
En mi caso, me hicieron polvo, lograron que me sintiera una intrusa en la escritura, las personas que me dijeron que DEBÍA (lo pongo así en mayúsculas gordas) escribir todos los días.
Mira, no. Yo no puedo escribir todos los días, no tengo tiempo y a veces no tengo ni ganas. Que habrá quien diga que si esto no me apasiona 24 horas al día es que no soy una escritora de verdad, claro. De todo tiene que haber, como escritoras de verdad con varias novelas publicadas que no siempre tienen ganas de escribir.
El consejo que doy a cambio es sencillo: escribe siempre que puedas, todo lo que puedas. Y ni una sola palabra más, ni un solo segundo más.
Claro, para seguir ese consejo hay que ser muy honesta con una misma, pero esa es otra historia. Ya hablaremos de ella en la siguiente mudanza 😊
Ahora vamos a hablar de La sombra de Cristo, que también es un ejercicio de honestidad, al menos tal y como yo la entiendo. Esa historia sí que se ha venido conmigo desde que deje la casa de mis padres. La escribí por primera vez en forma de relato en 1992 y la última versión se publicó el pasado mayo de 2024 de la mano de Literup. Treinta y dos años de novela, que no está mal. Equipaje, lo llaman.
La idea llegó cuando todavía había en las casas aparatos de vídeo y cintas VHS. En aquella época, por la tele en España, en Semana Santa ponían muchas películas de romanos y yo grabé Jesús de Nazaret, con tan mala suerte (o buena, eso ya lo juzgarán las lectoras) que se cortó antes de la resurrección. No había que ser un genio para reconocer el potencial de todas las preguntas que planteaba eso: ¿y si Jesús no resucitaba porque no era el verdadero Mesías? A partir de ahí, no diré que fue todo rodado porque la historia ha cambiado mucho en tres décadas, pero como semilla estaba bien.
Claro que si tengo que ser honesta de verdad de la buena, por muy bien que estuviera la semilla, que su gestación haya sido tan larga solo puede ser porque, efectivamente, retos ha habido unos cuantos. Empezando porque a los dieciocho años yo no tenía las herramientas necesarias para escribirla, ni las vivencias ni el conocimiento. Tampoco había caído en que la revolución se puede hacer desde un escritorio, así que no me tomaba en serio como autora. De hecho, las primeras versiones son puro romance y ahora es un dark romance antirreligioso y feminista. El viaje ha sido largo e intenso y me ha enseñado a mirar con ternura y benevolencia a las mujeres que rondan la veintena y que creen, como yo creía, que lo saben todo. También me ha enseñado a valorar la resiliencia y el coraje de mujeres aparentemente cobardes, como nuestras madres y abuelas. La mayoría de ellas no fueron Juana de Arco, Hillary Clinton o Madonna, pero si no hubieran resistido, no nos habrían inoculado el germen de la resistencia y nosotras y las que vienen detrás no habríamos podido romper las barreras que las retuvieron. La sombra de Cristo pretende que reconozcamos esas barreras, nada más.
Y como veo que solo queda una preguntita al fondo de esta última caja, te diré que el éxito como escritora es como el éxito al cambiar de casa: hay que sobrevivir. Hay que sobrevivir a las expectativas. Porque a veces tu nueva casa es estupenda pero te cuesta convertirla en un hogar. Igual que tu novela es estupenda pero cuesta que llegue a la gente. Hay que sobrevivir a las críticas. Porque a lo mejor tu nueva ciudad te encanta pero tus padres creen que te has ido muy lejos; igual que tu novela puede ser una joya pero no encuentra a su público. Hay que sobrevivir a la frustración porque mudarse y escribir son dos cosas muy frustrantes y muy estresantes y que te agotan.
Si sobrevives a la escritura y sigues escribiendo, ya has ganado.
Y, si me permites, ahora que ya tienes todas mis respuestas colocadas en ordenadas líneas de negro sobre blanco, me gustaría decir que no solo escribo, sino que tengo una comunidad de escritoras maravillosa donde enseño a otras mujeres a dos cosas: a escribir mejor y a sobrevivir a la escritura. Se llama La Escribeteca y os invito a todas a visitarla.
Instagram: @laescribeteca
Substack: Alicia Pérez Gil: elijo escribir
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Mil gracias por el espacio.
Me he releído y me noto apresurada, pero es que mudarse y escribir es agotador 😉
Increíble Alicia👏 Estoy orgulloso de ser una de esas personas que aprende de tí con cada paso que das, con las cosas que dices (y escribes) y con más que callas. Con tu manera de ser y de sobrevivir. Gracias por todo lo que haces 🫂