Hola 👋🏼, si eres nuevo por aquí te cuento que Vida Creativa es un newsletter dedicado a dar voz a escritores de ficción. Aquí encontrarás cómo fue su primer acercamiento a este tipo de literatura, cómo navegan sus retos, qué autores (y libros) les han marcado la vida y, cuáles han sido sus recientes proyectos. Con el fin de acompañarnos y arrojarnos luz unos a otros conocerás escritores que están en todo tipo de etapa dentro de sus proyectos creativos. Ahora sí, ¡Quedas invitado a sumarte a la aventura!
El invitado de hoy es…
Novela: Caminos de vuelta
Género: Fantasía
A partir de la desaparición de una niña en Madrid, un reportero mediocre, una joven tarotista, un sintecho y un niño descubren la existencia del Gremio de Suturadores, una organización secreta encargada de cerrar brechas dimensionales que amenazan con conectar mundos paralelos. La investigarán hasta llevarlos a descubrir la guerra sobrenatural, que se libra ante nuestros propios ojos, y otros grandes misterios del Universo.
La ciencia de mirarme el ombligo
No es nada fácil que llegue correo postal a Palestina y, sin embargo, mira tú eso.
Me restriego los ojos y le doy otro sorbo al café.
¿Cómo carajo habrá pasado esta caja por el checkpoint de la frontera?
Es un paquete medianito, una caja azul claro con cordel rojo y al menos cinco sellos postales; ahí, en el felpudo de mi casa y con mi nombre. A ver la documentación.
—¿Puerto Rico? Yo no conozco a nadie en…
Dejo el café a un lado y me lanzo a por el paquete. Cierro la puerta, lo pongo sobre la mesa: tienen que ser las preguntas de Paloma, aunque podría haberme mandado un email, no sé por qué se tomó…
Al soltar el cordel, un pájaro sale disparado del interior y revolotea por el salón con ansia, con una urgencia viva por agitar las alas en toda su extensión. Cuando parece tener suficiente, desciende y se posa en el respaldar de la silla que tengo en frente.
Es un búho. Un búho de un tono oscuro, con un brillo azul marino, y la pechera muy blanca. Abro la solapa de la caja para ver si hay instrucciones cuando…
—Yo que tú no la abriría demasiado. Ha sido un viaje largo.
—¡Hablas!
Agita las alas, molesto:
—Pues claro que hablo, si no ¿para qué me iba a mandar Paloma? Sólo hazme un favor —Señala con el ala y una pluma se estira larga como un dedo—: déjame mis gafas, están ahí, en la solapa.
Es cierto, hay unas gafas doradas con cristales en semicírculo. Se las acerco y, en cuanto se las pone, ulula con fuerza:
—¡Por Arquímedes! Espero que no te vayas a sacar la foto para el artículo así.
—Me acabo de despertar, ¿vale? Tengo otra foto en…
Agita el ala en un gesto manido:
—Sí, sí… Genial. Vamos a empezar con las preguntas, que es tarde. Ya podrías vivir un poco menos en donde Cristo perdió la chancla —ulula divertido—. ¡Nunca mejor dicho! Bueno, ¿Listo?
Asiento y carraspeo. Él también carraspea, algo más musical:
—Cuando comenzaste a escribir ficción, ¿cómo te diste cuenta del «llamado» a escribir? ¿Se te hizo difícil bajar a tierra ese nuevo tú?
Me reclino en la silla:
—¿Sabes? Tenía pensado contarte la misma historia que ya dije en mi newsletter, esa del estudiante desastroso que sólo era bueno escribiendo, pero te voy a decir algo que nunca he dicho en Miradero: cuando verdaderamente me di cuenta de que iba a apostar todo por escribir, estaba en el ejército.
—Vale, eso no me lo esperaba —El búho se sube las gafas.
—Nunca he hablado de esto, pero me alisté en la Brigada Paracaidista cuando tenía veintiún años y estuve allí hasta los veinticuatro. Me gustaba aquello, a veces lo echo de menos, pero en esa época leía muchísimo y la llamada iba siendo cada vez más y más imparable.
»Sé que el día clave fue a no muchos kilómetros de aquí, en Líbano, donde mi compañía estaba de misión con Naciones Unidas, y, al terminar un textito, simplemente me di cuenta de que, si había algo que quería hacer para toda la vida, era eso: escribir.
»La misión duró seis meses y, cuando volvimos a Madrid, me prometí que ese iba a ser mi último año en el ejército, que iba a apuntar mi vida a ser un mejor escritor.
»¿Fue difícil bajar a tierra un cambio así de drástico? Pues creo que habría sido mucho peor no hacerlo. La necesidad de materializar ese cambio era tan urgente que, si la hubiera contenido, habría sido un desgraciado toda mi vida.
—Entonces, cuando saliste, ¿buscaste alguna formación formal?
—Sí. Hasta entonces escribía por intuición y, como te digo, yo había sido un terrible estudiante hasta los dieciséis años o así, cuando me empecé a tomar en serio las clases. Mi base lingüística estaba toda agujereada, todo lo que construyera encima se iba a ir al carajo. Si me salí del ejército fue para entrar en la universidad. Hice Filología Hispánica y, al terminar, un máster en Escritura Creativa, todo en la UCM1.
»Aunque el primer acercamiento puramente formal a la escritura creativa lo tuve en Argentina. Hice un semestre de intercambio allí, en la UBA2, y un ser de luz me dejó convalidar la asignatura de Morfología histórica por Escritura creativa. La impartía Elsa Drucaroff y, lo que aprendí allí, todavía se ve en lo que escribo. Y, desde luego, lo que aprendí después en el máster.
—Bueno, ¿y en Palestina no hay café? Llevo escuchándote sin parar cinco minutos y no me has ofrecido ni agua.
Me río.
Al levantarme y el búho vuela hasta posárseme en el hombro y se sube las gafas. Vamos a la cocina.
—Por cierto —digo—, si puedes volar, ¿por qué no viniste volando desde Puerto Rico?
—¿Irías tú caminando desde Puerto Rico a Palestina? Pues eso.
—También es verdad —Abro la despensa—. Sólo tengo café soluble, ¿te vale?
—Y bueno… Qué le vamos a hacer, hijo. Mientras lo preparas, dime: de todos los medios para transmitir un mensaje, ¿por qué elegiste la ficción?
—¡Peor, la fantasía! La verdad es que no creo demasiado en la diferencia entre no ficción y ficción. Es una etiqueta cómoda, pero diría que la mayoría de cosas a las que llamamos «no ficción» para mí son ficción. Por ejemplo, una crónica periodística o lo que yo escribo sobre Palestina para mi es ficción, aunque haya sucedido de verdad. Sin contar papers y tal, para mí la no ficción sólo puede ser la realidad vivida.
El búho me picotea la cabeza:
—¡Ah!
—Maravilloso, pero no has respondido —Hace aspavientos teatrales—: ¿por qué elegiste esa ficción más ficción que el resto de ficciones?
—Vale, vale. Bueno, creo que, si te hablo de Samu en Palestina, sólo te estoy hablando de una persona; si te hablo de Alma, una chica que viaja entre mundos, te estoy hablando del humano.
»Creo que en la ficción, y más aún en la fantasía, paradójicamente es más fácil asimilar un mensaje valioso, aun enmascarado, que expuesto explícitamente en no ficción. Para mí la no ficción se pierde en los hechos: que haya sucedido de verdad puede eclipsar el mensaje. Por eso los cuentos mitológicos funcionaban tan bien: como es evidente que nadie lanza rayos, lo desechas y te quedas sólo con el mensaje. Es como el medicamento envuelto en golosina que le das a un gatito. Al menos así funciona para mí, así que escribo para esas personas que funcionan como yo.
Le ofrezco la taza de café:
—Te lo sostengo o…
Alarga un ala y, con esa pluma larga, toma el asa y bebe:
—Bueno, no está tan mal.
—¿Ves? ¿Azúcar quieres?
—Nunca. Vamos a la siguiente pregunta: ¿cuál…? ¡Ah! Casi lo olvido, Paloma, justo antes de embalarme, añadió otra pregunta más para ti: ¿qué tal es eso de publicar ficción en Substack?
—Pues es probablemente la mejor decisión reciente que he tomado. Cuando uno escribe, un texto pasa por muchas correcciones antes de llegar al lector, pero Miradero es una newsletter diaria, aquí va todo a zafarrancho y para mañana por la mañana.
»El texto tiene que salir lo mejor posible a la primera en un tiempo muy limitado, creo que eso me ha afilado la escritura como nada que haya probado antes. ¿Es exigente? La hostia de exigente. Pero, si tuviera tiempo, escribiría dos historias al día en vez de una.
»Claro que no todo el mundo quiere leer dos historias al día, mucha gente apenas tiene tiempo para una, así que la solución es hacer series semanales y dar tiempo a que los lectores se mantengan al día.
»Ahora mismo en Miradero, en ficción, están activas Tierra en las uñas, sobre misterios en un cementerio del Madrid de 1825, y Antes de rendir el alma, una historia colaborativa, donde los lectores deciden qué pasa, y basada en el universo de mi novela, sobre dimensiones y mundos interconectados.
»Igual que con no poder volver atrás para corregir, porque ya se ha publicado el texto, escribir en público te fuerza a no poder volver para ajustar la trama. Hay veces, cuando escribes textos largos, que te viene bien para el argumento que algo hubiera pasado diferente; al publicar diariamente en Substack no puedes hacer eso, lo que crea una concatenación de consecuencias mucho más genuina en la historia, y bastante más complicada de gestionar.
»Lo único negativo, de momento, es que sé que no puedo tensar demasiado la cuerda. Desde hace semanas tengo en espera Afectados crónicos con la magia, una serie que me gustaría empezar ya, pero me di cuenta de que no puedo exigirle seguir tantas series a la vez a mis lectores.
»Por lo demás, es bestial que la recepción de lo que escribes sea inmediata. ¿Vamos al balcón?
El búho asiente, concentrado, como si estuviera haciendo un esfuerzo por memorizar todo lo que voy diciendo, y vamos hasta el balcón. Nos sentamos en la mesita, al sol, con el pequeño campo de olivos de mi vecino en frente.
Los dos tomamos un sorbo de café. Uno de los olivos se menea y un ligero granizo pelotea contra la manta. El vecino está vareando para recoger la aceituna.
Por fin, el búho dice:
—¿Recuerdas el momento en que te llegó la idea de Caminos de vuelta, tu novela?
—Sí, casi te podría dar fecha, enero de 2022, creo. Tenía que escribir un relato para Literatura Fantástica, una asignatura del máster que hacía, y me pareció gracioso juntar todos los arquetipos que habíamos visto en el curso en una sola historia y conseguir que tuviera sentido, que no fuera una gilipollez forzada.
»Ese relato es hoy el prólogo de la novela y lo bueno es que, como tenía tantos elementos, daba para desarrollarlos en una obra larga.
—¿Y cómo reconociste el potencial de la idea?
—Realmente no lo hice. Caminos de vuelta tiene tres partes, la primera es una trama detectivesca autoconclusiva; así que, al terminarla, la guardé en un cajón y me puse a escribir la que, probablemente, sea mi segunda novela dentro de poco.
»Por casualidad, mi hermano,
, un día la leyó. Dave lee mucho, pero jamás ficción, mucho menos fantasía, y, cuando me dijo algo así como: «Tío, esto es bueno de cojones», me di cuenta de que algo interesante debía de haber. Así que abrir el manuscrito y, cuando lo empecé a releer, no pude parar. Entonces me di cuenta de que mi hermano quizá tenía razón y, en los siguientes seis u ocho meses, terminé de escribir las otras dos partes.—¿De qué forma escribir Caminos de vuelta te ha retado?
—Como persona, en la disciplina. La gente que me conoce y sabe que fui militar se piensa que soy un tipo naturalmente disciplinado, y para nada. Me jode un quintal levantarme pronto por la mañana, pero, en Australia, mis clases eran por la tarde, muchas veces trabajaba de dos a nueve de la noche, o escribía por la mañana o no había manera de poner en marcha el asunto.
»Caminos de vuelta me forzó a tener una rutina que terminé amando y, todavía a día de hoy, creo que es la mejor rutina de escritura que he tenido: escribía todas las mañanas cuatro horas, comía y me iba a trabajar. El único día que no escribía era el miércoles, porque tenía clases mañana y tarde.
»Como escritor, la novela me retó en todo lo demás. Era mi primer proyecto tan grande y con un universo tan sumamente ambicioso, me llevé palos por todos lados. En ese aspecto, quizá el mayor reto fue condensar todo el trasfondo del universo fantástico, mostrarlo de un modo ameno, sin que el lector sintiera que estaba estudiando.
»Pero todos esos retos, todas las dudas, todas las crisis de fe, se concretaron en una valiosísima revelación: que la única cosas que podría hacer por el resto de mi vida, y ser feliz en el camino, era escribir. Así que aprendí a besar esos palos que me daba en el trayecto.
—¿Qué te ha revelado sobre ti tu protagonista?
—Que lo más heroico que puede hacer alguien es decidir ser humano en un mundo de dioses.
—O ser un búho —corrige.
—Claro, o ser un búho —asiento sonriente.
—Bueno y dime, ¿cómo es tu proceso creativo? ¿Eres de esos con rituales o…?
—Pues divido mi proceso creativo en tres etapas, no siempre consecutivas: ideación, diseño y redacción. Esto lo hacemos todos, pero ser consciente de cada etapa es útil para algo que sé que me vas a preguntar: los bloqueos.
»En una sesión, sin embargo, no pienso demasiado en ello. El curso ideal es que tienes una idea, piensas cómo estructurarla y la escribes, aunque generalmente vas rebotando de una etapa a otra. Lo único que intento es saber en dónde estoy en cada momento.
—Ya que lo has spoileado, ¿qué haces cuando te bloqueas?
—Identificar en qué parte del proceso me estoy atascando, qué necesita el texto de mí y qué es lo que estoy resistiéndome a hacer.
Por ejemplo, hay veces que te quieres forzar a escribir y no puedes, porque no es el momento de escribir. Imagina que tu personaje está yendo a un escenario nuevo, pero tú todavía no lo has ideado, no sabes cómo es ni cómo funciona ni quién hace su vida allí. Es muy raro que puedas seguir escribiendo sin toda esa información. Tienes que dejar un momento el texto, quizá menos de una hora, e idear ese espacio y, probablemente, diseñar por qué es relevante y necesario que el personaje vaya justo allá y a ningún otro lugar.
»Muchas veces nos resistimos a hacer esos frenazos de la producción porque, si el texto no crece, no nos sentimos avanzando. Pero la ideación y el diseño son tan escribir como teclear palabras; si un escritor no entiende esto, creo que se va a bloquear a cada tres sesiones de escritura.
Abstraído, el búho parece que se rasca la pechera con el ala; sin embargo, saca de ahí un reloj de bolsillo y da un respingo al verlo:
—¡¡QUÉ!! —ulula fuera de sí—. ¿Pero tanto tiempo llevas hablando? Venga, hay que terminar. Rápido, tengo que volar hasta Alejandría para tomar el barco de vuelta. La traca final.
—Vale, vale. Estoy listo.
—¿Qué libro de ficción te ha transformado la vida?
—Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand, fue cuando me di cuenta de que con las palabras se podían hacer cosas realmente bellas. Aunque es un texto dramáti…
—Cállate, ¿cuál es el peor consejo que te han dado sobre el acto de escribir?
—Ten cuidado, porque la literatura es un mundo difícil.
—¿Qué consejo darías tú en cambio?
— El oro viene después: haz lo que te gusta y, sólo después, busca cómo conseguir que te paguen por ello. Si inviertes el orden, quizá hagas más dinero y tengas más estabilidad. Y quizá termines podrido por dentro. La dificultad no es excusa para absolutamente nada en la vida: échale cojones, ovarios o lo que sea que te haga tirar pa’lante.
—¿Qué nuevo hábito ha mejorado tu vida como escritor?
—Escribir diariamente Miradero.
—¿Cómo se ve el éxito para ti como escritor?
—Así, pero más.
»Tener tiempo para escribir y tener gente que me lea; esto tiene que ser ya el éxito, sólo se puede pedir que sea exponencial.
—Listo, pues ya estaría —dice, e inmediatamente empieza a mover las alas como calentando.
—¿Ya te vas? ¡Pero si ni siquiera me has dicho tu nombre!
—Pregúntale a Paloma.
—Bueno, ¿pero le puedes decir que me haga una de esas firmas digitales bonitas? Esas que pone al fina…
Pero echa a volar y hasta mi vecino deja el vareo de olivos para echar un vistazo, confundido, a ese búho azulado que vuela hacia el sur en pleno día.
—Mierda. Se me olvidó decirle que se suscribiera a Miradero.
Al otro lado del mundo…
El cielo ha comenzado a reflejar los primeros destellos de luz. Mis perros y yo salimos al balcón despacio. Como criaturas de hábito los tres procedemos a nuestra rutina mañanera: Oreo se acuesta en el pasto, Willow estira poco a poco sus cuatro patas y se dirige a su rincón favorito, por último, yo me siento en la butaca de madera con una taza de café en mano.
En la distancia voy notando una silueta, parece ir a destiempo. Definitivamente hay algo extraño en ella…
— Esta vez sí que el sueño se te ha pegado laaargo, Paloma.
Cuando de repente comienzo a distinguirle. Lo veo agitado, con cara de “¿por qué me has enviado a Palestina? Estoy exhausto.”
— Conociéndole me espera una gran ‘cantaleta’.
Le comienzo a hacer señales con la punta de mis dedos mostrándole las delicias que le esperan en su jaulita. Más bien voy intentando bajarle un poco al tono de su sarcasmo aunque sé que es casi imposible.
En menos de un minuto se ha posado en mi hombro y con una mirada asertiva comienza a contarme todo sobre “Ese tal Samuel…”.
Le dejé que se vaciara por completo y cuando culminó, le comenté:
— No te hagas, el Samu te ha caído de lo más bien.
Me responde con media sonrisa:
— Sí, pero ni de coña se lo digas. Me preguntó el nombre pero me negué a darlo, ¿sabes?… (risas maliciosas)
— ¿Qué ? pero y …
En menos de un segundo el búho estaba en su jaula deborando su desayuno.
Sin remedio, me fui a tomar un trozo de papel…
Querido Samu,
Mi mensajero se llama Índigo. Sé que es un ave lleno de personalidad. Acá entre nosotros me ha admitido que le has caído de lo más bien. Para la próxima ocasión te sugiero que tengas algunas galletitas de jengibre, le ablandan el corazón cuando está temperamental.
Con cariño,
Paloma
Substack: Miradero
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Universidad Complutense de Madrid.
Universidad de Buenos Aires
Jajaja, Gracias Cris. A mi también me encantó recibir esa cartita de Samu y me reí mucho. Leer a Samuel siempre es especial ✨😂
Una entrevista bien divertida y original, sí señor. Gracias a ambos por hacerla realidad!
Y Samuel, tienes un pasado (y un presente también) muy interesante, en el que se entreven valores, experiencias e ideales que, creo, son dignos de compartir en voz alta.
Ahí lo dejo... 😉